Decir que la creatividad arraiga en la naturaleza humana es, evidentemente, una obviedad. Pero es una parte tan íntima de nuestra vida interior y exterior que puede pasar fácilmente desapercibida. Cuando era joven, Helga Wiez fue testigo del insidioso avance del holocausto en Praga. Su familia fue encarcelada en el campo de tránsito de Terezin antes de ser enviada al campo de exterminio de Auschwitz en 1944. Al llegar, mintió sobre su edad, fingiendo ser mayor de lo que era, por lo que la enviaron a las barracas de trabajos forzados y no a las cámaras de gas. Así consiguió sobrevivir a la guerra y convertirse en una artista polaca de éxito. Aún recuerda las palabras de su padre antes de que lo separaran de la familia y falleciera en el campo: «Ocurra lo que ocurra, debemos seguir siendo humanos para no morir como ganado».
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